Atravieso
el mar de mi inconciencia
con
la sed en mi cuerpo del desierto
y
sintiendo el vacío del abismo
de
un sueño pesado me despierto …
persiguiendo
estrellas con mis ojos
y
gritando sin pausa en el silencio
luego
apoyo mi mente en el despojo
de
mis tibias palabras que no entiendo.
Yo
no he visto belleza más sublime
ni
castigo más fuerte que este infierno
sin
embargo el frío suele herirme
y
el olvido me habla del destierro …
Tantas
veces miró mis tristes ojos,
tantas
veces camino sin aliento
que
me sabe a muerte este asombro
y
el cariño que nace es violento.
Atardece
de nuevo en mis valles
yo
le bajo los ojos al encuentro
y
me pierdo inconsciente en las calles
de
amores que a penas hoy recuerdo.
Mi
jardín, mis flores más amadas
mi
vestido y mi rostro ya se han vuelto
todo
eso que nunca he pronunciado
todo
eso que late en el secreto.
Vivos
siguen los sueños perturbados
muertos
suelen ser los miedos de lo incierto
y
Ella sigue ahí clavada en soledades
y
yo soy libre, esclava del misterio.
Su
voz me late como aquellas emociones
y
mi sangre se esparce sin quererlo
bebiendo
el dolor dulce de razones
escupo
el corazón de sentimientos.
La
fiebre me invita a sorprenderla
y
siento el cariño como a un niño
que
debo protegerlo y abrigarlo
si
no se morirá … y si me olvido
me
pierdo en las preguntas y me vuelvo
un
juez que todo lo castigo,
castigo
su perfume, su sonrisa,
sus
ojos, su pelo y su desvío …
Y
si hablo de culpas ¿Quién responde?
¿Será
su voz que todo lo acaricia?
¿Seré
yo quién intente defenderme?
¿O
será que otra vez estoy perdida?
Yo
no tengo más que este desquicio
tesoro
enterrado en mi isla,
ya
han muerto tantas flores …
no
sé quien hoy podrá salir con vida.
Lorena Fernandez
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