lunes, 10 de agosto de 2015

HAY QUE SABER OLVIDAR


Y los demonios rondando
y la verdad en un vilo
presente contra pasado
y ella siempre conmigo…
Y la razón acechando
y el corazón un mendigo
sigue gritando en las noches
por no entender el desvío.
Sigue quemándome el alma
sigue golpeando el destino
maldita daga en mi cuerpo
que apenas hoy la resisto
Sigue girando la vida
y yo rezando si miro
que me da vértigo el miedo
que debo hacerlo testigo
De tantas veces esclavo
y repitiendo lo digo
alucinando le ruego
casi muriendo respiro.
¡Y no me hablen de nada!
¡Ya nada tiene sentido!
La huida siempre es la misma
no importa que es lo perdido.
Mis manos llenas de errores
los pies que sangran vencidos
en esas calles la encuentro
mirándome y distingo…
Que desquiciado de hambre
el Amor muere… me digo
quizás no deba morir
quizás este mal herido.
Se abandonó a las teorías
Y hoy aceptó el castigo
poniéndose las cadenas
y tiritando de frío
levantó firme su frente
miró al cielo que era mío
y entregado a la muerte
se descalzó el hastío…
Y los fracasos y el tedio
y los cansancios benditos
y los caprichos del tiempo
recordando al precipicio…
Que se tragó la maldita
condición de ser querido
con los perfumes que llegan
desde lo hondo del río.
Mojado apenas por lluvias
se sonrió como un niño
que sabe mucho e intuye
la cruel verdad del olvido
y del maldito abandono
que hizo crecer sin sentido
y desvirtuar la belleza
de tanta vida… ¡Dios mío!
El cielo casi responde
pero era tarde se dijo
volteó la espalda aceptando
esos azotes con filo.
Cerró las manos con fuerza
se encomendó el sacrificio
para pagar el pecado
para cumplir el suplicio.
No se asustaron sus ojos
ya conocía ese sitio
y los colores, los gestos
el aire espeso y su brillo.
No se quebraron sus piernas
ni ningún hueso bendito
la mansedumbre envolvía
aunque el dolor era el grito.
El grito torpe y perverso
que perpetuo su camino
la sangre sigue cayendo,
los golpes pierden sentido
sino se sienten adentro,
sino corrigen les dijo;
con un silencio en sus ojos
que los clavó en el delirio
claro que no había tiempo
para escuchar tanto ruido
tantas palabras inútiles
que lo dejan confundido.
Hizo todo lo que pudo
y sin embardo el desierto
se presentó nuevamente
y le mostró con respeto
Que solo los espejismos
lo enfrentaban a ese reto
de perseguir a los gritos
que le quemaban por dentro.
Como los ojos de ella
como todos los silencios
y las sonrisas más bellas
y aquellos mudos secretos.
Al deseo lo mataron
le confesó conmovido
no entendía los motivos
traición dicen en el barrio.
Se vuelve el relato un cuento
de gente en lo cotidiano
pero éstas son las historias
que viven dentro de tantos…
La vida debe seguir
con ella también el canto
hay que saber olvidar
y perdonarse de a ratos.

Lorena Fernandez



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